Los Jinetes de la muerte




Estamos sujetos en la realidad al cotidiano vivir, a las obligaciones, a los compromisos. Nuestro consiente trabaja diariamente y nuestro inconsciente nos somete a otras realidades diferentes como la que les presento:                       




Un agradable día de Septiembre corre junto a una suave brisa de primavera, miles de colores atraviesan el cielo y mi corazón se llena de júbilo. La alegría desborda el atardecer lleno de colores anaranjados agregando risas y encantos juveniles por doquier. El sol majestuoso calienta el rostro de los niños cuando corren a buscar las frágiles cometas que se pierden en el horizonte, es Septiembre y los hilos de la juventud laten fuertemente en sus corazones y el mío.
A medida que las  horas pasan , el viento se detiene y puedo apreciar que la vereda frente a mi hogar se torna áspera y pedregosa. Pronto el ambiente se distorsiona dejando una vieja calle que se presenta, esta vez solitaria y fría. Muros gastados emergen del vacío recreando un paisaje olvidado en el tiempo lejos de la realidad.
En instantes, me acerco al muro de la casa de mi juventud, subo al techo y corto un delgado hilo que se confunde con las techumbres de aquellos hogares de antaño. De pronto descubro a lo lejos en cielo, cientos de caballos negros que cruzan el cielo y  con sus respectivos jinetes se mezclan  entre las nubes, como las walkirias en el ocaso eterno.
  Algunos jinetes se abalanzan sobre los enormes álamos de la calle que está enfrente y se mesclan entre los árboles para bajar culminando su largo viaje frente a este portal.  La mano del chacal abre la puerta de mi hogar y junto con los emisarios de la muerte cortan la carne y el hueso  pétreo.  Escapo y por los techos de las casas  me aferro a la vida, sin embargo el destino es cruel y sucumbo ante la triste mirada de los que amo.




El perdón de los Pecados







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