Declaraciones de un demente cuerdo (sacado de la obra "El perdón de los Pecados"

La primavera me deslumbra con imágenes que parecen sacadas de un cuento de Goethe, no quiero llamar la fatiga de Fausto cuando cruza con su barca Caronte en medio de gusanos, cadáveres y sangre, sino cuando Werther describe cuando grandes son los álamos que divisa desde su ventana y cuan cerca se encuentran de él. Quisiera tocarlos , quisiera subirme y deleitarme con el viento que conversa y se ríe con las hojas. Cada vez que veo su silueta y montón de abejas me zumban los oídos y el vientre me palpita, ya que hace años no había divisado cuan bellas son las musas. Es dificil mantener la cordura con tan bello espectáculo. Cada centímetro de su magullado cuerpo, cada trozo de su carne, cada gota de su sangre es un manjar que os gustaríais probar. Más esta musa no es de este tiempo pertenece solo a un sueño que tuve hace hace siglos, cuando la manera más eficaz de notar la demencia era a través de la escritura: escribo a la locura, escribo para no volverme loco ya que soy un tipo condenado a la demencia. Sin embargo, el lenguaje no tiene la culpa de la locura, es sólo una vía para escurrir la enajenación: no me culpes por la palabra, yo tampoco entiendo de qué manera la letra empuña el índice y el pulgar, o este miserable teclado,  para dar puerta abierta a la esquizofrenia inevitable.
La cordura mis amigos está sobrevalorada. La cordura es insultante, la cordura es un manicomio con exceso de internos y hay días en que no amanece cordura por ningún rincón de este mundo.
No te dejes engatusar por la realidad. Todos están locos. 
No lo dudes: yo por ejemplo, le propuse matrimonio a mi ego y me dijo que estaba loco de atar. Algún día de estos, nosotros, ellos, todos despertaremos y notaremos que la realidad ha sido un montaje mal improvisado para verle la cara.

Bienvenido entonces a la locura. 



  

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